Las aventuras de Huckleberry Finn​ página 7

Tratamos de no hacer ningún ruido. La corriente nos alejó a toda prisa como si quisiera ayudarnos y la oscuridad nos protegió. Pronto ya no distinguíamos el barco, así que ellos tampoco nos verían ya. Estábamos a salvo.

No hablamos durante un buen rato. De pronto vimos sobre el río algo negro que flotaba. ¡Era nuestra balsa!

Capítulo 14

Metimos todo el botín en ella y continuamos nuestro camino. Al amanecer, revisamos todo lo que robaron los criminales. Encontramos libros a montones, ropa y hasta comida. Pasé el día contándole a Jim historias de reyes y aventuras. Hubo cosas que no me creyó y no tuve forma de convencerlo de que eran verdad, por eso dejé de insistir.

Durante varios días viajamos sin mayor problema. Navegamos de noche para no ser vistos y de día nos ocultábamos lejos de los pueblos. A ratos le leía o le contaba a Jim más historias inventadas. Él se las creía y eso me pareció divertido.

Los dos deseábamos llegar al Cairo, pero en especial Jim. Así que cada que veíamos luces en la orilla, él se emocionaba diciendo:

―¡Hemos llegado! ¡Es ahí!

Pero estaba equivocado siempre. A veces eran luciérnagas y otras, sólo pequeños poblados.

—Saber que estaba tan cerca de la libertad me pone tan contento que tiemblo —decía.

Liberar a un negro fugitivo iba a ser culpa mía. Traté de convencerme de que estaba bien, pero luego me sentí mal. Estaba haciendo algo malo, pues era contra la ley. Pero Jim, a final de cuentas, era una buena persona y sus razones para huir también. Además, la esclavitud es mala. Aunque pensaba que era una traición a la señorita Watson y eso estaba muy mal para mí.

Jim sólo hablaba de lo que iba a hacer cuando fuera libre. Me contó que juntaría mucho dinero para comprar a su mujer. Ella era esclava en una granja cerca de la casa de la señorita Watson. Luego trabajarían los dos para comprar a sus dos hijos.

Me puso muy triste escuchar todo eso. Después dijo que yo era su único amigo y nunca iba a olvidar todo lo que estaba haciendo por él. Diría: “Huck, el único hombre blanco que ha cumplido sus promesas al viejo Jim”. Eso me hizo pensar mucho. Al final, cualquiera de las dos cosas que hiciera, iba a ser buena y mala, Por eso decidí hacer lo bueno aunque fuera malo, ayudar a Jim.

Al día siguiente, por la noche, nos encontramos con un par de pescadores. Al vernos le pedí a Jim que se escondiera en la balsa y se tapara muy bien. Él lo hizo sin preguntarme. Los hombres se acercaron con mil preguntas. Yo les dije que mi papá estaba enfermo en la balsa y buscaba un doctor. Pero ellos no me creyeron. Hablaron del negro fugitivo y cosas horribles que le harían en caso de encontrarlo. Sobre todo querían la recompensa. Eso me puso muy nervioso, pues insistieron en ver a mi papá enfermo para asegurarse de que no fuera el negro. Entonces se me ocurrió una mejor idea y les dije:

―Claro, acérquense a verlo. Sólo destápenlo con cuidado, pues se siente muy mal por la viruela.

A ellos les dio miedo y comenzaron a alejarse lentamente. Parecía que habían visto a un fantasma. Me dijeron que no podían ayudarme y que buscara a alguien más. Luego remaron a toda prisa y no los vimos más. Esa enfermedad es muy contagiosa y mortal, así que no querían tener viruela también. Me sentí orgulloso de mí. Jim no paraba de abrazarme y decir que era el mejor y más inteligente niño blanco que había conocido. Después nos reímos de la cara que habían puesto ese par de cazadores de negros.

Así continuamos nuestro viaje, hasta que un día hubo mucha neblina y llegamos a un lugar donde navegaban muchos barcos. Los escuchamos pasar cerca pero no los vimos. De pronto, ante nosotros apareció una enorme sombra. ¡Era un gran barco de vapor! Se dirigió a nuestra balsa sin vernos.

Jim y yo saltamos cada uno de un lado para ponernos a salvo. El barco pasó entre ambos y perdí de vista a mi amigo y a la balsa. La di por perdida, porque seguro la nave había pasado encima de ella.

Capítulo 15

Nadé hasta llegar a la orilla. No podía ver bien, pero comencé a caminar con cuidado. De pronto, me encontré con una vieja casa y pensé en alejarme corriendo de ahí, pero luego escuché a un montón de perros ladrando y decidí no moverme de ese lugar. Entonces oí a alguien que gritaba:

―¿Quién está ahí?

―Me llamo George Jackson, caballero —dije.

―¿Qué quieres?

―No quiero nada, sólo pasaba por aquí pero los perros ya no me dejaron.

―¿Y qué haces paseando por aquí de noche?―me preguntó enojado.

―No paseo, señor. Me caí del barco de vapor.

―¿Ah, sí? No me digas. Que alguien encienda la luz. Mira, muchacho, si dices la verdad, entonces no debes tener miedo. Nadie te va a hacer nada malo. Pero no te muevas de donde estás ―dijo mientras se acercaba lentamente.

Me llevó al interior de la casa. Ahí estaba una familia. Me quedé con ellos un par de días. Me daban de comer bien y fueron amables. Tenían como enemigos a la familia Shepherdson. No se acordaban cómo había empezado todo, pero se odiaban unos a otros.

Un día por la mañana se armó un gran lío, pues la hija de esta gente se escapó con uno de los Shepherdson. Comenzaron a buscarlos. Unos decían que el joven se la había robado y otros que ella lo había convencido. Así que en medio del bosque, se armó una tremenda pelea entre ambas familias. Yo ya tenía planeado escaparme y buscar a Jim, así que aproveché ese alboroto para hacerlo.

 

Capítulo 16

Corrí al río y me encontré con un negro. No sabía si preguntarle sobre mi amigo, así que me acerqué disimulando que me había perdido. Él se acercó y dijo:

―Tú eres Huck. Ve hacia aquellos árboles y encontrarás lo que buscas. No le digas a nadie que te he ayudado.

¡Ahí encontré a Jim! Estaba en la balsa. Al verme corrió muy feliz a abrazarme. Antes de contarnos cualquier cosa, comenzamos a remar para alejarnos pronto de ese lugar.

Me narró que había logrado jalar la balsa y que sólo tuvo que hacerle algunas reparaciones. Al día siguiente se encontró con ese negro que lo ayudó. Le llevaba comida y lo mantuvo informado de dónde estaba yo. Él decidió esperarme ahí hasta que yo quisiera volver. Yo también le conté lo que había hecho. Nos alegramos mucho de estar juntos de nuevo. La balsa es el mejor lugar del mundo para estar tranquilo. Ahí uno es libre de verdad.

Capítulo 17

Pasaron dos o tres días en los que navegamos en paz. Pero una mañana, decidí bajar de la balsa a conseguir algo diferente para comer. Cuando me alejé un poco de la orilla, vi a un par de hombres que se acercaban corriendo. Pensé: “ya me atraparon”, pues siempre creía que me buscaban a mí o a Jim.

Estaba a punto de correr, pero entonces me gritaron que los salvara. Dijeron que no habían hecho nada pero que los persiguieron con perros muy feroces. Eso me asustó, ya que no quería que me mordieran. Por eso corrí a la balsa.

—¡Déjanos subir! —gritaron.

Yo lo dudé, pero entonces escuché a los perros muy cerca y se los permití.