―Hoy irán a media noche a esa isla. Sólo deben conseguir un bote y una escopeta.
―¿No sería mejor que esperen al amanecer? Así podrán ver mejor ―dije tratando de evitar la búsqueda.
―Pero a media noche pueden encontrarlo dormido. Además, seguro tendrá una fogata y será fácil verlo. ¿Cómo me dijiste que te llamas?
―M… Mary Williams.
―Pensé que habías dicho Sarah ―me dijo con una sonrisa amable.
Tenía razón, eso había dicho, así que le aclaré que era Sarah Mary Williams.
―Vamos, dime, cómo te llamas realmente, ¿Tom, Sam, Bob? Anda. No voy a hacerte nada. Ya me di cuenta que te has escapado, no te voy a acusar. Sé que eres un niño, porque las mujeres llevan el hilo a la aguja y no la aguja al hilo. Además no te sale muy bien la voz de niña y menos la forma de caminar.
Entonces me di cuenta que no podía fingir más, así que le dije que mis padres habían muerto y que un viejo me había adoptado, pero que me trataba muy mal. Por eso me escapé. También le conté que mi tío Abner Moore me cuidaría y que por eso estaba ahí. Ella me creyó toda la historia, me dio algo de comida y me dejó ir.
Salí corriendo del lugar y fui a mi canoa. Llegué pronto a la isla y corrí a buscar a Jim. Estaba dormido.
―¡Jim, levántate! No hay tiempo que perder, ¡nos están buscando!
Comenzamos a recoger todo y el negro no preguntó nada. Subimos a la balsa sin decir una palabra.
Capítulo 12
Nos alejamos mucho de la isla, así que al amanecer, ya no nos preocupaba quien nos viera desde sus barcos o balsas.
Jim construyó una especie de casita sobre nuestro bote, así podíamos estar protegidos de la lluvia y el sol. Todo lo hicimos más cómodo, con un espacio para hacer una fogata y un lugar para colgar el farol en las noches para que los barcos nos vieran y no hundieran nuestra embarcación.
Así pasamos unos días. A veces parábamos en algún pueblo y conseguía comida. Una mañana me metí en una granja para recoger maíz, melones, sandías y calabazas. No pensaba que tuviera algo de malo tomar cosas prestadas si iba a pagarlas después. El problema es que Jim decía que era como robar. Mi papá habría dicho que estaba bien, pero la viuda no. Así que como no me sentí del todo tranquilo, decidimos regresar algunas cosas y quedarnos con otras.
Una noche comenzó una tormenta que parecía un gran chorro de agua. Los relámpagos iluminaban el río. Nos metimos en la casita y dejamos que la balsa nos llevara a donde quisiera. De pronto, a lo lejos vi un barco de vapor que había naufragado. El río nos llevó hacia él. Me dio curiosidad y quise meterme para explorarlo, pero Jim no estaba de acuerdo. Dijo que quizá habría un vigilante.
―Vigilante, tu abuelita ―dije riendo―. Tal vez haya algo que nos sirva. ¿Crees que Tom Sawyer dejaría pasar esta oportunidad? Ni Cristóbal Colón podría haber descubierto el Nuevo Mundo si no hubiera tenido curiosidad. Vamos, toma una vela y subamos a ese barco.
Amarramos la balsa a una parte del barco y subimos. Todo estaba muy oscuro y sólo nos alumbraban los relámpagos y la poca luz de las velas. De pronto, llegamos al camarote del capitán y escuchamos voces. Jim dijo que debíamos irnos y acepté, pero en eso, oímos un lloriqueo.
―¡Por favor, muchachos! Les juro que no diré nada.
Y otra voz dijo:
―Es mentira, Jim Turner. Siempre quieres más del botín y te lo llevas porque dices que si no nos vas a acusar. Eres un traidor.
Mi acompañante se había ido a la balsa, pero yo tenía mucha curiosidad. Tom Sawyer no se habría ido. Así que yo tampoco. Me acerqué un poco más y pude ver a un hombre amarrado y a otros dos con palos. Uno dijo que le daría una paliza, se llamaba Bill. Pero el otro quiso que hablaran afuera. Se llamaba Packard. Me escondí a toda prisa en un lugar oscuro. Ellos salieron y hablaron de lo que debían hacer. No deseaban lastimarlo, pero los podría delatar. Decidieron tomar lo robado del barco y esconderlo en la orilla. Luego esperarían a que el barco se desatorara solo y se fuera río abajo. Después, tomarían su bote para escapar. El problema es que al hundirse el barco, el hombre amarrado iba a morir y eso no me gustó.
En cuanto entraron de nuevo al camarote, fui a buscar a Jim.
―Vamos, tenemos que encontrar la embarcación de estos ladrones y llevárnoslo para que no escapen. Tú usa nuestra balsa y yo la de ellos ¡Apúrate!
―Ay, señor mío. Ya no tenemos balsa, se ha roto o ha desaparecido. ¡Estamos atrapados!
Capítulo 13
Sentí que me iba a desmayar. Ahora no había forma de escapar del barco a menos que halláramos el bote de los criminales. Lo buscamos y por fin, con la luz de un relámpago, lo vi. Cuando nos acercamos, salieron los hombres. Lanzaron un costal lleno de cosas a su bote y se subieron, entonces Bill preguntó:
―¿Lo has revisado?
―No. ¿Y tú? ―respondió Packard.
―Tampoco. Entonces seguro aún tiene su parte del dinero. Vamos a quitárselo también.
Así que volvieron al camarote. En un segundo, Jim y yo estábamos en el bote de los ladrones. Saqué la navaja, corté la cuerda, ¡y nos fuimos!