Los lobos y los carneros
Los lobos querían comerse al rebaño de carneros, pero no podían conseguirlo por los perros guardianes. Entonces decidieron emplear su astucia. Enviaron a unos cuántos lobos para hablar con los carneros.
—¡Los perros son los culpables de las diferencias entre ustedes y nosotros! —dijeron los lobos—. Si nos los entregan, podremos ser grandes amigos. ¡Por fin habrá paz!
El grillito intentó decirles que no les hicieran caso, pero no llegó a tiempo.
Los carneros, sin sospechar lo que les sucedería, entregaron a los perros. Los lobos, claro, ¡atacaron al rebaño sin problemas!
El grillito se puso triste. Luego pensó “yo nunca entregaría a mis amigos por estar bien con mis enemigos”. Y se fue saltando, aunque muy bajito.
El lobo, su sombra y el león
El grillito estaba viendo como un lobo caminaba a la hora que se ponía el sol en el horizonte. Al ver su sombra tan larga y bella, dijo la fiera:
—¿Cómo me va a asustar el león con lo poderoso que me veo? Con treinta metros de largo, ¡yo debería ser el rey de los animales!
El grillo también se puso a la luz del sol, y su sombra era tan grande como la de una zorra.
Pero mientras soñaba el lobo, un poderoso león lo atacó.
—No cabe duda que esto me pasa por presumido —dijo muy triste el lobo.
—Qué extraño era el lobo. Yo también vi mi sombra enorme, pero jamás me sentí como una zorra —dijo el grillo.
El lobo y el cordero del arroyo
Nuestro amigo el grillo estaba tomando un baño, cuando vio que un lobo observaba a un cordero beber en un arroyo. Como aquél se lo quería comer, imaginó un pretexto para hacerlo.
—Me estás ensuciando el agua—dijo el lobo.
—Eso no es posible —contestó el carnero—. Yo sólo bebo con la punta de mis labios. Además, yo estoy más abajo, ¡no puedo ensuciar el agua de allá arriba!
—¡Eso es cierto, eso es cierto! —gritó el grillo.
Como el intento no funcionó, dijo el lobo:
—¡El año pasado insultaste a mis padres!
—Tampoco es posible —respondió el carnero—. ¡El año pasado yo no había nacido!
—¡Eso es cierto, eso es cierto! —gritó de nuevo el grillo.
El lobo dijo muy molesto:
—Veo que eres inteligente. Sabes responder bien. Aun así, nada te salvará de ser mi cena de hoy.
—¡Eso es cierto, eso es cierto! —dijo el grillo, pero ahora muy triste.
El lobo, la nana y el niño
Un lobo tenía mucha hambre. Él caminaba en busca de comida. Llegó a una casa donde se oía a un niño llorar.
—No llores, mi niño, o te llevaré a dónde está el lobo para que te coma —le decía la nana.
El lobo creyó esas palabras. Él se quedó afuera esperando por mucho tiempo. Al llegar la noche, cuando ya sólo se oía a nuestro grillo y a su familia cantar, la nana arrullaba al niño con estas palabras:
—Si viene el lobo lo mataremos.
Al escuchar esto, la fiera continuó su camino. Pensaba: “en esta casa dicen una cosa, y luego otra muy diferente”.
El grillo, que ya conocía bien a los humanos, le dijo:
—Así son ellos, a veces dicen una cosa, luego otra, pero siempre quieren expresar algo diferente.
El lobo y la grulla
Un lobo comía un hueso. ¡Al pobre se le atragantó en la garganta! Él corría de un lado a otro en busca de auxilio. Para su fortuna,el grillo le señaló a una grulla que estaba cerca.
—¡Ayúdame, ayúdame por favor! —dijo el lobo—. Después te pagaré por tu buena acción.
La grulla aceptó. Ella metió su cabeza en la garganta de la fiera y sacó el hueso atravesado.
—Ahora págame—dijo la grulla.
—¿No te parece suficiente haber sacado tu cabeza sana y salva de mi boca?
Nuestro grillito no supo qué pensar sobre esto y mejor se fue a casa a dormir.
El lobo y el cabrito encerrado
Un cabrito estaba dentro de su corral. Nadie podía entrar o salir de ahí. ¡Claro, menos el grillito que podía pasar por cualquier hoyito! De pronto pasó un lobo. ¡El cabrito comenzó a insultarlo! Se burló mucho de él.
El lobo, muy tranquilo, le dijo:
—Yo sé que me insultas porque sabes que ahí adentro no puedo hacerte nada. Pero ya saldrás algún día.
Al cabrito le dio miedo. ¡Ya no lo insultó más!
—A ver si ya aprendes a no ser tan grosero y presumido, cabrito, porque un día de estos la reja va a estar abierta —le dijo el grillito.
El perro y la almeja
Un perro estaba acostumbrado a comer huevos. De pronto vio a una almeja. Sin pensarlo demasiado, se la tragó. ¡Pensó que era un huevo!
Al pasar por su cuerpo, la almeja le lastimó mucho la garganta. El grillito lo estaba viendo y le preguntó:
—¿Qué te pasa, amigo?
—¡Me comí una almeja! Esto me pasa por creer que todo lo redondo es un huevo —dijo el perro.
—¡No te vayas a comer un día la luna! —dijo el grillo, soltando una carcajada.