Fábulas de Esopo para niños página 6

El león enamorado de la hija del labrador

Sucedió una cosa curiosa: ¡el león se enamoró de la hija del labrador!

—Quiero casarme con su hija —le dijo.

El hombre tenía dudas. ¿Permitiría que se casara con la fiera? ¡Le daba miedo decirle que no!

—Mira, león, si deseas casarte con ella, tendrás que cumplir la siguiente condición: quítate las uñas y los dientes, porque eso la atemoriza.

El grillo le dijo:

—¡No lo hagas!

Pero el león aceptó porque la amaba de verdad.

Al día siguiente cumplió con su parte del trato. Luego el labrador ¡lo corrió de su casa! Ya no tenía ningún respeto por él.

El grillito le dijo:

—Al quitarte las garras y los dientes, dejaste de ser un león. ¡Imagínate que yo me quitara mis hermosas patas con las que salto tanto! Nadie me reconocería ya.

El león y el jabalí

Llegó el verano con su terrible calor. Aunque al grillo le encantaba, el jabalí y el león tenían mucha sed. Ellos fueron a beber a una misma fuente.

—Yo beberé primero —dijo el león.

—¡Claro que no será así! —le gritó el jabalí

Los animales comenzaron a pelear con ferocidad, mientras el grillito los veía.

De pronto, vieron una nube de aves rapaces, de esas que se alimentan de los animales que ya no están vivos. ¡Estaban esperando para comerse al perdedor de la lucha!

Entonces, los peleadores se dijeron:

—Es mejor que seamos amigos. No nos convertiremos en alimento de los buitres y los cuervos.

—Las peleas no sirven de nada, ya lo saben. Ahora, sáquenme de aquí, porque yo tampoco quiero que me coman —dijo el grillo espantado.

El león y el delfín

Un león paseaba por la playa y vio a un delfín.

—A ti y a mí nos conviene hacer una alianza —dijo el león—. Tú eres el rey de los animales del agua y yo de los terrestres.

El grillito ya se imaginaba que nada bueno podía salir de esa amistad.

El delfín aceptó con mucho gusto. Poco tiempo después, el león le pidió ayuda al delfín en contra de un loro salvaje. ¡Estaba en guerra con él desde hacía mucho tiempo! El delfín trató de salir del agua, pero no lo consiguió.

—¡Eres un traidor! —le dijo el león.

—¡Yo no soy el culpable! —dijo el delfín molesto—, dile eso a la Naturaleza. Ella me hizo acuático y no me permite pisar la tierra.

El león entendió que fue injusto con su aliado y luego le pidió perdón.

El león y el asno ingenuo

El grillito vio cómo un asno y el león se unieron para ir a cazar. El león utilizaba su fuerza y el asno sus patas. Al final del día, ya había muchas presas. El león las dividió en tres partes y dijo:

—La primera me pertenece por ser el rey, la segunda también es mía, por ser tu socio, y la tercera igual es mía. Si esto no te gusta, mejor vete antes de que tú también seas una de las presas.

—Yo por eso elijo muy bien a mis socios. Imagínate, si mi aliada fuera una araña, seguro que se quedaría con todo —le dijo el grillo al asno.

El león y el ratón

El león dormía con tranquilidad con el grillito acostado a su lado. De pronto, sintió que un ratón jugueteaba encima de su cuerpo. Despertó y lo atrapó rápidamente. Como ya iba a ser devorado, el roedor dijo:

—Por favor, perdóname. ¡No me comas!

—¿Y yo qué gano? —contestó el león

—Te prometo que te pagaré el favor en el momento oportuno —dijo el ratón.

El león se echó a reír y aun así lo puso en libertad.

Pocos días después, ¡unos cazadores apresaron al rey de la selva! Ellos lo ataron con una cuerda a un enorme árbol. El ratoncito pasó por ahí, y como escuchó los lamentos del león, corrió a donde estaba. Luego, con sus afilados dientes, deshizo la cuerda. ¡El león estaba libre!

—Hace unos días —dijo el ratón—, te burlaste de mí. Creíste que no podía hacer nada para pagarte el favor. Espero que hayas cambiado de opinión.

El león lo abrazó.

Luego el grillito le dijo:

—Parece que no aprendes, ¿cuántas veces te he ayudado yo?

—Tienes razón —dijo el león—, no debo juzgar a los animales por su tamaño.

Después de eso, el grillito se fue, muy feliz, al siguiente cuento.

El león, la zorra y el ratón

¡El león dormía plácidamente! ¿Y qué crees?, ¡de nuevo un ratoncillo se puso a correr encima de su cuerpo! El león despertó y se comenzó a mover para todos lados. ¡Trataba de encontrar al molesto intruso!

Al pobre grillo lo despertaron con todo ese movimiento.

Una zorra que veía todo, le dijo al león:

—¿No te da vergüenza? Tú eres todo un señor y te da miedo un pequeño ratón.

—No temo al ratoncillo. Me sorprendió que hubiera un animal con el valor de pisotear el cuerpo de un león dormido.

Los lobos y los perros

Una gran batalla entre lobos y perros estaba por comenzar. Los perros eligieron a un griego como su general. Él parecía muy calmado y no comenzaba la lucha. Los demás le reclamaron su tardanza.

—Tengan paciencia. Consideren bien esto: antes de actuar, siempre hay que pensar. Ustedes saben que los lobos son todos iguales. Ellos tienen la misma raza, color y talla. En cambio, nosotros tenemos costumbres muy diferentes y venimos de muchas regiones del mundo. Nuestros uniformes no son parejos como los de ellos. Nosotros tenemos rubios, cafés, negros, blancos y cenicientos. ¿Cómo voy a empezar una guerra con soldados tan disparejos? Primero debo pensar cómo usar nuestras diferencias para hacernos más poderosos.

El grillito quería a los perros porque siempre lo trataban bien, y le dijo al general:

—En mi familia hay grillos de todas las clases: altos, fuertes, flacos y glotones, pero siempre estamos muy unidos, aunque seamos diferentes.