Esa misma tarde se realizó la gran fiesta, a la que acudieron las personas más importantes, incluidos los sastres, los zapateros y los carpinteros de la ciudad. ¡Fue la celebración más maravillosa de la que se tenga memoria! Al terminar, le dijo el rey a Aladino:
—Ven, hijo, te mostraré donde dormirán.
—Señor, padre mío. Me gustaría construirle un gran palacio a su hija. ¿Me permite hacerlo junto al suyo? Así no tendrán que vivir separados.
El sultán le dio permiso y Aladino fue con el genio. Le pidió la construcción del palacio más hermoso de la Tierra, pero le dijo:
—No lo hagas demasiado rápido. Tiene que parecer que no está hecho con magia.
Y así, Badrú y Aladino vivieron felices por siempre, bajo la magia de un par de genios y una madre amorosa.