A Dorian le dio miedo. No podía permitir que todo el mundo viera su alma. Nadie debía conocer su secreto. Tenía que hacer algo, no sabía qué, pero tenía que ser rápido.
—Ya me habías dicho que no lo ibas a exponer, Basil. Dime, ¿por qué no querías hacerlo?
—Si te lo dijera te reirías de mí.
—No, me lo tienes que contar.
—Está bien. Ya se lo había dicho a Harry. Desde que te conocí te quería para mí y sólo era feliz cuando estaba contigo. Algo sucedió cuando pintaba tu retrato. Era como si con cada pincelada se descubriera mi secreto. Por eso decidí que no podía ser expuesto.
Dorian respiró hondo y recobró su color. Había pasado el peligro y estaba a salvo.
—¿Volverás a posar para mí? Si no lo haces, destrozarás mi vida de artista.
—Imposible. No te lo puedo explicar. Iré a tomar el té contigo, será igual de agradable.
Basil salió de la habitación y Dorian no pudo contener una sonrisa. ¡Pobre Basil No se imaginaba la verdadera razón por la que no le mostraba el cuadro. Tenía que esconder el retrato. No se podía arriesgar de nuevo a que alguien lo viera.
CAPÍTULO 9
Cuando el criado entró al cuarto, Dorian se preguntó si habría visto el cuadro. Vio en su cara que no había nada qué temer. Le dijo a su ama de llaves que llamara a dos hombres y que le diera las llaves de la antigua sala.
—Pero está llena de polvo —dijo ella—. Por lo menos deje que la limpie.
—No quiero que lo haga. Sólo necesito la llave.
Al cerrarse la puerta, Dorian guardó la llave en su bolsillo. Llegaron los hombres que había llamado y les pidió que llevaran el cuadro, completamente cubierto, a la vieja habitación. Era el lugar más seguro de toda la casa, nadie había entrado ahí en cuatro años. Dorian cerró la puerta. Ya nadie volvería a ver a esa horrible criatura.
Regresó al salón principal donde vio el periódico. La investigación sobre la muerte de Sibyl Vane había terminado. Los jueces dijeron que murió de forma accidental. Dorian rompió en dos el periódico y pensó que todo eso era muy triste y feo.
Junto al periódico había un libro que le había enviado lord Henry. Comenzó a leerlo. Después de mucho tiempo se dio cuenta que era tarde y se fue al club.
—Lamento llegar tarde, Harry; pero en realidad tú tuviste la culpa. Me quedé leyendo el libro que me diste.
A partir de ese día, Dorian salió mucho, se divertía. En algunas ocasiones se dedicó por completo a la música, reunió a los músicos y a los instrumentos más extraños. En otra ocasión, se dedicó a estudiar las joyas. Después se interesó en los bordados y los tapices. Todos sus tesoros sólo le servían para olvidar un poco su miedo. Necesitaba no pensar, porque cuando lo hacía, recordaba que en una habitación había un retrato que mostraba todos sus malos actos y su vejez. Porque Dorian no envejecía, a pesar de los años, seguía siendo joven y hermoso.
¿Qué pasaría si alguien robaba alguna vez el retrato? El mundo se enteraría de su secreto. Tal vez algunos ya se lo imaginaban. Había personas que ya no confiaban en él. Historias horribles se comenzaron a contar de Dorian cuando cumplió veinticinco años. Se decía que lo habían visto pelear con unos marineros, que era amigo de algunos ladrones y monederos falsos. La gente hacía chismes de él a sus espaldas.
Dorian no le hacía caso a lo que decía la gente. Cuando alguien dudaba de él, sólo tenía que verlo y su sonrisa de niño bueno hacia que se olvidaran las cosas feas que se decían.
CAPÍTULO 10
El nueve de noviembre, un día antes de su cumpleaños 38, Dorian regresaba de la casa de lord Henry. Vio a un hombre que caminaba muy deprisa. Era Basil, el pintor. Dorian tuvo un poco de miedo, pero no sabía por qué. El joven siguió caminando hacia su casa.
—Dorian, qué suerte la mía. Llevo desde las nueve esperándote en tu casa. Vamos a entrar. Me voy durante seis meses a París y tengo algo importante qué decirte.
—¿De qué se trata? —dijo Dorian molesto.
—Se trata de ti. Debes saber que en Londres se dicen las cosas más espantosas sobre ti. Todas las personas con las que has tenido trato han terminado muy mal.
—Ya basta, Basil, estás hablando cosas de las que nada sabes.
—Me han contado cosas terribles. Ya no sé si te conozco. Antes tendría que conocer tu alma.
—¡Ver mi alma! —gritó Dorian con mucho miedo—. ¡Vas a verla esta misma noche! Después se lo podrás contar al mundo, si eso quieres. Ya has hablado bastante de la maldad, ahora vas a tener la oportunidad de verla de frente.
Dorian salió de la habitación y lo siguió Basil. El pintor miró a su alrededor. Parecía que el lugar donde estaba no se había usado en años. Dorian tiró la cortina que tapaba el cuadro y del pintor escapó un grito de terror. ¡Era el rostro de Dorian Gray lo que estaba viendo! Todavía no se destruía por completo su belleza. Aún tenía restos de oro en el cabello y algo de pureza en los ojos azules.
Basil se dio cuenta que era su retrato, reconoció sus pinceladas. No podía creer lo que estaba viendo.
—Tiene los ojos de un demonio —dijo Basil—. Si esto es lo que has hecho con tu vida, eres mucho peor de lo que imaginan.
Dorian Gray lanzó una mirada al cuadro y, de repente, tuvo mucho odio hacia su viejo amigo. Después de eso sólo se oyó un grito y Basil dejó de moverse. ¡Que deprisa había sucedido todo! Dorian abrió la puerta, bajó para tirar a la basura las cosas de Basil. Nunca nadie sospecharía, pues Basil se iba de viaje, No lo iban a extrañar en seis meses. Le habló a un hombre para que se hiciera cargo de todo y se fue a dormir.
CAPÍTULO 11
El día siguiente Dorian se levantó tarde y se fue a una cena aburrida. Para su suerte, la dueña de la casa había invitado a Harry. Durante la cena, Dorian no pudo comer y estuvo callado.
—A ti te pasa algo —le dijo Harry al terminar la cena.
—Estoy molesto y cansado. Te veré mañana a la hora del té.
Dorian se fue a su casa. Estuvo ahí hasta que dieron casi las doce de la noche. Se puso ropa nada llamativa y salió sin hacer ruido. Tomó un carro y lo llevó hacia la orilla de la ciudad, donde sólo estaban los criminales. Bajó del carro y caminó. De vez en cuando volvía la cabeza para ver si alguien lo seguía.
Se encontró con un conocido que le gritó:
—Ahí va el protegido del diablo.
—No me llames así —respondió Dorian.
—Cierto, tú prefieres que te llamen Príncipe Azul.
Un marino que estaba medio dormido se paró de inmediato y corrió como para perseguirlo. Dorian Gray seguía caminando cuando sintió que alguien lo atacaba por detrás. No tuvo tiempo para defenderse. Un segundo después escuchó el chasquido de un revólver y su cañón en la cara.
—¿Qué quiere? Preguntó Dorian.
—Usted destrozó la vida de Sibyl Vane —fue la respuesta—. Y ella era mi hermana. Se suicidó, lo sé. Usted es el responsable y juré que lo mataría. No tenía ninguna pista, ningún rastro, pero escuché que a usted lo llamaban Príncipe Azul.
Dorian Gray sintió enfermar de miedo.
—No sé de qué me habla. Nunca he escuchado ese nombre. Usted está loco.
—De rodillas —dijo su agresor.
De pronto, una idea se le ocurrió a Dorian y le preguntó:
—Espere, ¿hace cuánto tiempo que murió su hermana? ¡Deprisa, dígamelo!
—Dieciocho años, ¿pero eso qué importancia tiene?
—Mucha. Lléveme a la luz y observe mi cara.
—¡Dios mío! —exclamó el marinero al ver la cara de adolescente de Dorian— Y yo que estaba dispuesto a matarlo. Usted no pudo hacerlo, es apenas un niño. Discúlpeme.
El marino se había dado cuenta que no podía haber sido Dorian el culpable de la muerte de Sibyl, aunque sí lo fuera en realidad.
CAPÍTULO 12
Al día siguiente Dorian Gray no salió de su habitación. Tenía miedo a morir. Tanto temor tenía que no salió de su casa en tres días. Cuando salió, fue a ver a Harry.
—Voy a ser bueno de aquí en adelante —dijo Dorian.
—No me digas —le contestó Harry.
—Así es. He hecho muchas cosas malas en la vida. Ya comencé a hacer buenas acciones. Ya no soy el mismo.
—Sí que lo eres. Me pregunto cómo será el resto de tu vida. No se puede cambiar lo que eres.
Dorian le prometió a Harry que lo vería al día siguiente a las once y salió. Al llegar a su casa pensó en las palabras de lord Henry. ¿Sería cierto que no se puede cambiar? Quería recobrar su alma pura que tenía en la adolescencia. De pronto su belleza le dio asco. Su juventud eterna sólo había sido una máscara.
Era mejor no pensar en el pasado. Nada podía cambiarlo. Al pensar en sus nuevas buenas obras, comenzó a pensar si el retrato se había transformado. Subió a verlo y un grito de dolor salió de su boca. El cuadro no había cambiado para bien, al contrario, ahora tenía en los ojos una mirada de astucia y en la boca arrugas de hipocresía.
Dorian se dio cuenta que no era bueno. Que no era más que vanidad lo que había hecho. Ahora lo reconocía.
Miró a su alrededor y vio el cuchillo que estaba ahí desde que Basil lo visitó. Mataría la obra del pintor. Mataría el pasado y, cuando el cuadro estuviera muerto, él sería libre de nuevo. Tomó el arma y con ella apuñaló el retrato.
Se oyó un grito y el golpe de una caída. Los criados subieron a la habitación, tocaron la puerta, pero nadie respondió. Como nadie les abrió, entraron por el balcón.
En el interior encontraron un magnífico retrato de su señor como lo habían visto por última vez, con toda la belleza de su juventud. En el suelo, vestido de etiqueta, y con un cuchillo clavado en su corazón, hallaron el cuerpo de un hombre mayor, lleno de arrugas y con un rostro horrible.
Cuando revisaron sus dedos y vieron los anillos, se dieron cuenta que era Dorian Gray.
FIN