El retrato de Dorian Gray página 6

De todos modos comprendían que la escena más importante era cuando están solos Romeo y Julieta en el balcón. Si fallaba en ésa, todo estaría perdido.

De nuevo estaba encantadora cuando apareció Sibyl. Su belleza no se podía negar. Pero su actuación era terrible y fue empeorando con el paso del tiempo. Lo peor era que no parecía estar nerviosa, al contrario, se le veía muy segura de sí misma. El dueño del teatro golpeaba el suelo con los pies. Estaba muy enojado.

Cuando terminó el segundo acto, les silbaron a los actores. Lord Henry se levantó de su asiento y se puso el abrigo.

—Es muy hermosa —dijo Harry—, pero no sabe actuar. Vámonos.

—Voy a quedarme hasta el final —respondió Dorian—. Lamento mucho que perdieran su tiempo.

—Tal vez esté enferma —dijo Basil.

—Ojalá estuviera enferma —dijo Dorian—, Ha cambiado por completo. Anoche era una gran artista. Hoy es una actriz muy mala.

—No hables así de alguien que amas —dijo el pintor.

—¡Váyanse! Quiero estar solo.

Al terminar la obra Dorian fue a buscar a Sibyl. Ella se veía hermosa y sonreía. Cuando lo miró, ella se puso muy feliz.

—¡Qué mal he actuado esta noche, Dorian!

—¡Terriblemente mal! ¿Estás enferma?

—Estoy segura que entiendes por qué lo hice tan mal y por qué lo haré así de aquí en adelante.

—Supongo que estás enferma —dijo Dorian mientras levantaba lo hombros—. No lo vuelvas a hacer. Mis amigos se aburrieron y yo también.

—Dorian, Dorian —exclamó—. Antes de conocerte lo más importante en mi vida era el teatro. Yo creía que todo lo que pasaba en el escenario era verdad. Un día era Julieta, otro Rosalinda y otro Beatriz. Esta noche, por primera vez, me di cuenta que el actor que hacía a Romeo era horroroso, y que todo lo que había a mi alrededor era una mentira, como la luna de papel. Tú me has hecho entender lo que en verdad es el amor. ¿Qué saben los demás de un amor como el nuestro? Llévame lejos a donde podamos estar solos.

—Has matado mi amor por ti —dijo Dorian—. Te amaba porque eras maravillosa. ¡Qué tonto he sido! Ya no significas nada para mí. ¡Quisiera no haberte conocido nunca!

—No hablas en serio, ¿verdad, Dorian?, ¿estás actuando?

—¿Actuando? No, eso lo dejo para ti, que lo haces tan bien.

—No me dejes, Dorian. Siento haber actuado tan mal. Trabajaré mucho y mejoraré.

—Me voy. No quiero ser grosero.

Sibyl lloraba en silencio pero no respondió. El muchacho se dio la media vuelta y salió de la habitación.

Dorian caminó a su casa. Al entrar a su habitación, lo primero que vio fue su retrato pintado por Basil. Pasó frente a él y le pareció ver algo extraño. Prendió una luz para ver mejor y se acercó al cuadro. El rostro había cambiado ligeramente, era como si algo de crueldad hubiera aparecido en sus labios.

De inmediato tomó un espejo y vio que esas arrugas de maldad no estaban en su cara. Se dejó caer en el sillón y recordó lo que dijo cuando estaba en el estudio del pintor. Había dicho que el retrato envejeciera y que él se quedara joven por siempre.

Dorian pensaba que no era posible que su deseo se hubiera escuchado. Cosas así eran imposibles. ¿Había sido malo con la muchacha? La culpable había sido Sibyl, no él. Ella lo decepcionó. Además, pensaba que ella no sufriría tanto. Ya no le importaba para nada.

Pero, ¿y el retrato? El cuadro de Basil tenía su secreto. De pronto Dorian pensó que el retrato no había cambiado, de seguro se imaginó todo por el cansancio y las emociones que había pasado.

Sin embargo, el retrato lo seguía viendo, con el hermoso rostro deformado por la cruel sonrisa. El cuadro sí había cambiado y cambiaría más. Por cada pecado que cometiera, una mancha ensuciaría el cuadro. Por eso ya sería bueno. Volvería junto a Sibyl Vane para pedirle perdón.