Tenían que salir de la cabaña y volver al palacio, pues ahí podían cuidar mejor de Harbert y estar más seguros. Dejaron salir al perro, que no ladró. Se adentró en el bosque y pronto volvió con la camisa ensangrentada de Ayrtón entre los dientes. Ahora no sabían si lo tenían secuestrado los piratas y estaba mal herido. Al ver que no había enemigos cerca, decidieron prepararse para volver al palacio. De pronto Top fue a la puerta. Olfateaba algo, pero no parecía ser un enemigo. Entonces Ciro abrió y el perro salió corriendo. ¡Quien se acercaba era Jup! En la mano traía un mensaje de Nab que decía: Seis de la mañana. Invaden piratas. Nab.
Ahora, más que nunca, debían ir hacia allá. Tomaron la carreta y subieron a Harbert. Pronto llegaron a donde estaba el molino que humeaba. De pronto vieron a Nab. El lugar había sido destruido. Se abrazaron y cuando se acercaron para bajar a Harbert, se dieron cuenta de que se había desmayado.
Todo lo que habían construido ahí, incluidos los huertos, fue destruido e incendiado por los enemigos. No sé habían llevado nada, sólo querían destruir por diversión.
Harbert había empeorado. Comenzó a tener fiebre y dolor. Ya no parecía ser algo que tuviera que ver con la herida, si no con algo más grave. Ciro descubrió que era una bacteria mortal. Necesitaba una sustancia llamada Sulfato de quinina, pero en la isla no existía. Pencroff y Nab fueron por plantas que creían que podían servir. Lograron bajar la fiebre por la noche, pero al otro día estuvo más grave y ya no sabían que hacer. Sabían que no sobreviviría, así que trataron de aliviar su dolor para que muriera tranquilo.
Por la noche, Top se quedó junto a su cama. De pronto ladró de una forma extraña. Todos corrieron a la habitación. Harbert estaba en sus últimos momentos. Todos lloraban al ver partir a un joven tan valiente y amado por todos.
En ese momento Pencroff dio un grito y tomó un frasco que estaba junto a la cama de Harbert. Tenía una etiqueta que decía: Sulfato de quinina.
Gedeón revisó la medicina y pudo comprobar que era lo que le salvaría la vida al joven. Sin tiempo que perder, le dio el medicamento. En pocos días Herbert estaba mucho mejor. Aún necesitaba tiempo, pero iba a sobrevivir.
Ahora tenían que ir en busca de aquellos piratas y el hombre misterioso, así que prepararon todo para partir. Estaban decididos a encontrarlos. Durante un par de días caminaron por la isla. En la mañana del día tres, encontraron los restos de una fogata recién apagada y las huellas de cinco hombres. Ahí comprobaron que Ayrtón no estaba con ellos. Era probable que al enfrentarlos hubiera perdido la batalla y esto los puso muy tristes. Continuaron explorando, pero no tuvieron suerte de encontrar a los criminales, a Ayrtón o a su amigo desconocido.
Al darse cuenta de que los enemigos no estaban de ese lado, decidieron volver a la cabaña de Ayrtón, esperando encontrarlos escondidos ahí. En cuanto al hombre misterioso, acordaron esperar a que él mismo se presentara cuando lo decidiera.
Cuando estuvieron cerca, decidieron esperar a que anocheciera para entrar. Mientras tanto, Pencroff y Gedeón se acercarían más para asegurarse de que no escaparan durante la tarde. No se escuchaban ruidos dentro, pero no quisieron arriesgarse. Al caer la noche, se acercaron a la puerta y notaron que estaba cerrada por dentro. Entonces fueron por Ciro, Nab, Harbert, Top y Jup. Al volver todos juntos se sorprendieron al ver que la puerta ahora estaba un poco abierta. Dentro se veía algo de luz. Con mucha precaución, Ciro se acercó a la ventana y vio a un hombre recostado en la cama. De pronto volteó a mirar a sus compañeros y dijo:
—¡Es Ayrtón! ¡Es él quien está dentro!
De inmediato entraron a la cabaña y lo encontraron dormido y con algunas heridas. Lo despertaron, pero parecía muy cansado. En cuanto se recuperó un poco, dijo:
—¿Dónde estoy? ¡Son ustedes! ¡Están bien! ¡Cuidado, ellos vendrán por nosotros!
Después de decir esto cayó en la cama de nuevo. Se veía agotado. Entonces sus compañeros se prepararon para defenderse del ataque de los piratas. De pronto, Top comenzó a gruñir y Jup a agitarse. Todos salieron de la cabaña y siguieron a los animales. Comenzaba a amanecer. Al llegar a la orilla del río, encontraron a los piratas ya sin vida.
Regresaron a la cabaña muy confundidos. Cuando por fin Ayrtón despertó, le dieron de comer y lo ayudaron a recuperarse. Luego les contó qué le había sucedido en todo ese tiempo. Dijo que sí lo habían secuestrado, pero que uno de ellos lo reconoció como Ben Joyce y quiso convencerlo de que se uniera a ellos para vencer a los náufragos. Como Ayrtón se negó, lo llevaron a una fría cueva en la que lo tuvieron amarrado todo ese tiempo, con poco alimento y malos tratos.
El día que los piratas habían herido a Harbert, dijeron que había muerto y eso hizo creer a Ayrtón, que pronto acabarían con sus amigos, pues estaban decididos a apoderarse de la isla. Pensó que todo estaba perdido y después de eso ya no recordaba nada, pues estaba débil por las condiciones en que los piratas lo tenían. Entonces les preguntó a sus amigos cómo era posible que de pronto apareciera en su cabaña de nuevo, sano y salvo. Ciro le dijo que eso era tan extraño como el hecho de que los piratas estaban muertos.
Ayrtón estaba tan sorprendido que quiso ir a comprobar lo que sus amigos le decían. Al llegar, se dieron cuenta de que no tenían heridas ni nada parecido, sólo una pequeña marca, como un punto de sangre, cada uno en diferente parte del cuerpo. Fue algo con electricidad, pero no entendían qué. De lo que estaban seguros era de que su misterioso amigo lo había hecho y también había salvado a Ayrtón. Entonces fueron a buscarlo.
Pencroff quiso usar el Buenaventura, pero Ayrtón le contó que una semana antes los piratas habían robado el barco y, al no saber manejarlo, lo chocaron contra unas rocas y quedó destrozado. Esto entristeció mucho a Pencroff, pero decidió que era momento de construir otro más grande y resistente. Mientras tanto, los demás seguirían explorando la isla hasta encontrar al hombre desconocido.
Durante las excusiones, se dieron cuenta que el volcán que creían apagado, tenía vida de nuevo, pues en su interior se escuchaban ruidos y lanzaba algo de vapor.
Después de varios días, decidieron volver todos al palacio. Estaban decepcionados de no haber podido encontrar a su héroe.
Pronto cumplirían tres años en la isla. Había llegado el momento de construir un nuevo barco. Ayrtón dejó su cabaña y se fue a vivir al palacio con sus compañeros. Todos trabajaban en las labores de la construcción. El clima traía a veces algunas tormentas.
Una mañana, Ciro se levantó temprano y al mirar por la ventana, vio que del cráter del volcán comenzaba a salir mucho más vapor.
Ahora enfrentaban un nuevo temor. Aquél cráter que creían inofensivo ahora era un peligro para ellos. Entonces Ciro Smith les explicó las cosas que podían suceder y cómo mantenerse a salvo. Esto hizo que todos se esforzaran más por acabar pronto su nuevo barco. Ya habían avanzado bastante, pero aún faltaba mucho trabajo por delante. Las tormentas no paraban, así que eso los retrasaba en la construcción.
Una noche, mientras todos estaban en el palacio, escucharon el telégrafo funcionando. No alcanzaron a descifrar el mensaje, así que enviaron uno preguntando quién era. Sospechaban que se trataba del hombre misterioso, pero no sabían lo que quería. De pronto les respondió diciendo que quería que fueran en ese momento a la cabaña y a toda prisa. Una tormenta estaba por llegar a la isla, pero eso no los detuvo y salieron corriendo del palacio hacia la vieja casa de Ayrtón.