El jinete sin cabeza página 3

Alguien recordó una de las historias que más miedo les provocaba a todos:

―Un día, el viejo Brower volvía de una excursión. La única forma de llegar a casa, era cruzando el viejo puente ―dijo el narrador.

―Yo no volvería a casa hasta el amanecer, con tal de no pasar por ahí ―interrumpió uno de los hombres.

―¡Yo tampoco! Hay que estar loco para hacerlo ―dijo el señor Tassel.

―Cuando estaba a la mitad del puente, vio al otro lado ¡al Jinete sin cabeza! ―continuó el narrador.

―¡Lo sabía! Ese malvado espíritu no deja pasar a nadie tranquilamente por ahí ―dijo otro.

―El fantasma sobre su caballo se dirigió a él a toda velocidad. El buen Brower se quedó paralizado por un momento. Después intentó dar marcha atrás, pero el jinete ya estaba junto a él.

―Qué terrible, yo habría caído desmayado en ese momento ―dijo uno de ellos.

―Sin duda. ¡Yo habría muerto del susto! ―comentó el señor Tassel.

―De pronto el Jinete sin cabeza se convirtió en un esqueleto y de un golpe tiró al pobre Brower del puente. Jamás se volvió a saber de él ―terminó el narrador.

A todos se les puso la piel de gallina. Aunque conocían la historia, no dejaba de darles miedo cada vez que la escuchaban.  

Como Brom quería ser aceptado por el padre de Katrina, se acercó a contar su propia historia sobre el jinete.

―Una noche que volvía de una villa cercana, me encontré con el malvado espíritu sin cabeza.

―El jinete sin cabeza, querrás decir ―corrigió Ichabod para avergonzar a Brom.

―Sí, sí, ése ―respondió molesto―. Como ya saben, yo soy un buen jinete, así que logré escapar de él un par de veces. Cuando finalmente no tuve salida, me retó a una carrera. No sabía cuál era el premio, pero acepté.

―Seguro si perdías te desaparecería como a Brower ―dijo el señor Tassel riendo.

―Quizá, pero no tuve miedo y acepté el reto ―respondió Brom muy orgulloso―. Corrimos a toda velocidad y yo le iba ganando. Llegamos al puente y lo crucé antes que él. Al llegar al otro lado miré hacia atrás y vi al Jinete sin cabeza desaparecer en una gran bola de fuego.

―Tan valiente como siempre ―dijo una joven que se había acercado a escucharlo.

El señor Tassel miraba a Brom con sorpresa por su valentía. Ichabod se dio cuenta de esto y no quiso quedarse atrás, así que también contó una historia. La suya trataba sobre brujas, magia y fantasmas, pero ya nadie le puso mucha atención, pues sólo querían escuchar acerca del Jinete sin cabeza y de esas leyendas no se sabía ninguna nueva.

Poco a poco, los invitados comenzaron a irse. Crane, en cambio, buscaba una oportunidad para hablar a solas con su amada.

Cuando por fin todos se fueron, Ichabod tuvo su ocasión. Pasó un par de horas conversando con Katrina. No se sabe de qué hablaron, pero lo que es seguro es que las cosas no le salieron muy bien al pobre Crane, pues se fue del lugar muy triste diciendo:

―¡Oh, esta mujer! Pobre de mi corazón.

¿Ella habría jugado con los sentimientos del maestro? ¿Las sonrisas y miradas fueron sólo un engaño y en realidad iban dirigidas a Brom? No se sabe, bueno, yo no lo sé.

Muy triste, Crane fue por su caballo y se alejó lentamente del lugar que alguna vez había creído que sería su nuevo hogar.

En medio de la oscuridad, cabalgó hacia la casa de Hans. Nada lo asustaba, sólo iba pensando en su tristeza. Aquellos caminos que por la tarde le habían provocado alegría, ahora le parecían horribles y tristes.

Sin darse cuenta, pronto se encontró en el viejo puente de madera, el mismo en el habían pasado muchas cosas tenebrosas del Jinete sin cabeza. Fue ahí que despertó de su tristeza y comenzó a tener miedo. El ruido de las ramas lo asustaron un par de veces. El caminar de alguna ardilla le hizo dar un salto. La sombra de un árbol le sacó un grito. En realidad, nada de lo que le había asustado era real, porque estaba en un solitario bosque oscuro que era inofensivo para cualquiera.

Cuando por fin cruzó el puente, su corazón comenzó a latir muy rápido. Entonces ordenó al caballo aumentar la velocidad. Al principio no respondió, pero después de un par de intentos, dando un par de tropiezos, por fin comenzó a acelerar.

Ichabod no quería ver para ningún lado, sólo se concentraba en llegar al final del puente. De pronto, en el arroyo, notó una sombra negra que lo seguía en silencio. Estaba a la mitad del puente, así que no valía la pena volver, pero le faltaba mucho para llegar al otro lado.

Pólvora comenzó a bajar la velocidad a pesar de las órdenes de Crane. Finalmente se armó de valor y dijo:

―¿Quién eres tú?

Nadie le respondió. Repitió la pregunta un par de veces, pero no logró nada. Entonces el maestro ordenó más fuerte al caballo que galopara. El animal apenas avanzó rápido un poco, mientras Ichabod comenzaba a cantar sus melodías religiosas. De pronto, Pólvora se detuvo. La sombra negra de un salto subió al puente.

Parecía un hombre muy grande, como un gigante sobre un feroz caballo de ojos rojos. ¡Era el jinete sin cabeza!

Ichabod obligó a Pólvora a cabalgar y esta vez lo hizo de inmediato. Pasaron junto al fantasma, que intentó darle un golpe sin lograrlo.

De pronto, mientras se acercaban al otro lado del puente, Crane notó que el jinete estaba al lado suyo. Entonces cabalgó más lento y el fantasma hizo lo mismo.

El corazón del maestro casi se le salía del pecho por lo fuerte de sus latidos. Comenzó a cantar de nuevo una y otra vez, pero el jinete no se alejaba de él y lo seguía a la misma velocidad que Pólvora iba.

Su esperanza era que lo dejara de seguir al salir del puente y desapareciera en una bola de fuego como había contado Brom, pero no sucedió así.

Subieron por una colina y la luz de la luna hizo que Ichabod viera mejor al fantasma. Se asustó más al ver claramente ¡que no tenía su cabeza sobre los hombros, si no que la llevaba bajo el brazo!

Esto aterrorizó más a Crane que de inmediato hizo que el caballo fuera a toda velocidad, casi como cuando era un animal joven. Esperaba pronto dejar atrás al Jinete sin cabeza, pero no lo logró. Pronto lo tuvo a su lado de nuevo. Aun así, no se detuvo ni un instante.

Cuando por fin estaban cerca de Sleepy Hollow, el caballo de Ichabod, decidió desviarse. Estaba tan asustado que ya no obedecía y sólo galopaba a gran velocidad. Llegaron a un lugar lleno de rocas y con el movimiento, la silla en la que iba montado el maestro, cayó al piso. Por fortuna se había agarrado con fuerza del cuello de Pólvora y se mantuvo sobre él. Por un segundo, Crane pensó en lo mucho que se enojaría Hans van Ripper al enterarse que había perdido su silla para montar favorita. Después volvió a lo que realmente le preocupaba, que era sobrevivir al ataque del Jinete sin cabeza.

Pólvora ya se estaba cansando, pero el fantasma comenzó a quedarse atrás. Entonces Ichabod volteó y vio que el jinete se paró sobre su caballo y alzaba la cabeza para lanzarla hacia el maestro.

No tuvo tiempo de moverse cuando se la aventó. Sintió un fuerte golpe en la cabeza y cayó del caballo. Sólo alcanzó a ver a Pólvora alejarse y al Jinete sin cabeza pasar junto a él a toda velocidad.

Al otro día, apareció el caballo de Hans van Ripper afuera de su casa comiendo pasto tranquilamente.

Ichabod no llegó a la hora del desayuno ni de la cena. Los niños en la escuela se quedaron todo el día esperando a que llegara su maestro. Ripper comenzó a preocuparse por Crane y su silla para montar.