La vuelta al mundo en 80 días página 6

El guía estaba feliz y se alejó con su gran elefante hacia el bosque. En ese momento, el tren comenzó a avanzar y los tres viajeros respiraron aliviados.

Durante el viaje, Aouida despertó. No entendía lo que pasaba ni qué hacía en un tren con tres extraños. Entonces le contaron lo sucedido y ella estuvo muy agradecida con ellos. Phileas decidió llevarla a Hong Kong, donde ella dijo tener a un familiar que podría cuidarla.

Más tarde el tren se detuvo en la estación de Benarés, donde Francis debía quedarse. Ahí se despidió con mucha tristeza por no poderlos acompañar más y les deseó un viaje exitoso a sus tres nuevos amigos.

A la mañana siguiente el tren llegó a Calcuta. El barco a Hong Kong salía por la tarde, así que todo estaba saliendo muy bien de acuerdo a los planes de Phileas.

 

Al bajar en la estación, un policía se acercó.

―¿Es usted el señor Phileas Fogg?

―Sí, soy yo.

― ¿Él es su sirviente? ―preguntó el hombre refiriéndose a Picaporte.

―Sí.

―Necesito que me acompañen, por favor.

Los tres siguieron al policía. Fogg estaba muy tranquilo, pero Picaporte parecía estar confundido. Luego fueron subidos a un carruaje y ninguno habló en todo el camino. Al llegar a la estación de policía, los llevaron a una celda.

―A las ocho es el juicio ―dijo el policía que cerró la reja y se fue.

―No es posible, ¡nos han agarrado! ―dijo Picaporte muy asustado.

―¡Los han encarcelado por salvarme! Esto es mi culpa ―respondió Aouida a punto de llorar.

―No hay de qué preocuparse. Las leyes de Inglaterra no permitirán que nos encarcelen por haber salvado a una mujer que iba a ser sacrificada injustamente ―dijo Fogg muy calmado―.  Aouida, no pienso abandonarte por ningún motivo.

―¡Pero nuestro barco se va a las tres de la mañana! ―continuó Picaporte.

―Antes de las tres estaremos en el barco. Todo lo tengo calculado ―dijo Fogg.

A las ocho, volvió el policía que los llevó ante el juez que les dijo:

―Hace dos días que los buscábamos. Que pasen los que los acusan.

En ese momento entraron tres sacerdotes. Picaporte palideció, era seguro que querrían llevarse a Aouida de nuevo.

―Estos hombres dicen que ustedes han interrumpido su acto religioso. ¿Eso es verdad?

―Sí, lo confieso ―respondió Phileas muy tranquilo.

―¡Lo confiesa! ―dijeron algunos de los presentes, muy sorprendidos.

―¡Pero ellos no le han dicho que querían sacrificar a esta mujer! ―gritó Picaporte muy enojado.

Los sacerdotes lo miraron sin entender por qué decía eso.

―¿Cómo dijo? ¿A quién querían sacrificar en Bombay? ―preguntó el juez más confundido aún.

―¿Bombay? ―dijo Picaporte sin comprender lo que pasaba.

―Sí, no se haga el que no sabe. La prueba son estos zapatos horrorosos ―dijo uno de los sacerdotes muy enojado.

―¡Ah, mis zapatos! ―gritó Picaporte riendo.

Ahora comprendían todo. Estaban ahí por la pelea del sirviente cuando entró al templo con zapatos y golpeó a los sacerdotes que lo habían atacado.

Todo esto había sido planeado por Fix, quien durante el juicio estuvo escondido para no ser descubierto por los viajeros. Estaba seguro de que ahora encarcelarían a Picaporte y eso iba a provocar que se retrasaran lo suficiente para que llegara a Calcuta la orden de arresto de Phileas.

―Ahora que han confesado, la sentencia para este hombre es quedarse en la cárcel por quince días y un pago de trescientas libras. Y al señor Phileas Fogg a ocho días y ciento cincuenta libras por ser el amo responsable de este joven ―dijo el juez que se puso de pie dispuesto a irse.

Fix estaba feliz por su triunfo. En el escondite saltaba y reía en voz baja. Pensaba que de verdad era un detective con mucho talento y este logro lo demostraba.

―Pido permiso de pagar y cumplir las sentencias después ―dijo Fogg muy seguro.

―Tiene derecho a hacerlo así ―respondió el juez un poco molesto por tener que volver a su lugar.

Esto hizo que Fix se paralizara por completo. Ya no saltó, dejó de reír y sólo miraba furioso a su ladrón. Esa jugada de Phileas no se la esperaba.

Entonces Fogg pagó dos mil libras por ambos y salieron del lugar, no sin que antes Picaporte, muy enojado, le arrebatara sus zapatos a uno de los sacerdotes. Entonces tomaron un carruaje y se fueron al puerto para tomar su siguiente barco.

Fix se recuperó y salió tras ellos. Sólo pensaba en la cantidad de dinero que ahora gastaba Phileas y que seguro era parte de lo que había robado. A la persona que atrapara al ladrón se le daría una parte de lo recuperado como recompensa, ¡pero a este paso no quedaría nada! Esto lo enfurecía cada vez más y estaba dispuesto a seguir a Fogg hasta el fin del mundo si era necesario.

Durante el viaje a Hong Kong, Phileas y Aouida se hicieron más amigos, pues ella admiraba mucho la inteligencia y valentía del hombre que ahora la llevaría con su familiar sana y salva.

Por otro lado, Fix había logrado enviar un telegrama para pedir que la orden fuera mandada ahora a Hong Kong. Después de eso subió a toda prisa al mismo barco que nuestros viajeros. Al principio trató de que no lo vieran, pero después fue necesario encontrarse de nuevo con Picaporte, pues necesitaba su ayuda para atrapar a Phileas, ya que si lograba salir de Hong Kong hacia América, sería más difícil capturarlo pues las leyes de Inglaterra no servían en Estados Unidos. Por otro lado, trataba de entender quién era esa hermosa mujer de nombre Aouida.

Finalmente se encontró con Picaporte que estaba muy sorprendido de ver de nuevo a Fix. Como el sirviente hablaba mucho, le contó sus aventuras al rescatar a Aouida y lo sucedido en Calcuta. Ahora el detective estaba al tanto de todo y eso podría ser útil para atrapar a Fogg.

Picaporte comenzaba a sospechar de los extraños encuentros con Fix. En cada lugar al que llegaban, el hombre le había dicho que se quedaría, pero después lo encontraba en el siguiente barco o ciudad y eso era ya demasiada coincidencia.

Entonces creyó descubrir el misterio. Pensaba que este señor era un espía enviado por los hombres del Club Royal con los que había apostado Phileas.

―¡Eso debe ser! Quieren comprobar que Fogg cumpla con la vuelta al mundo, entonces enviaron a Fix para vigilar que no haga trampa. ¡Cómo se atreven! Mi amo es un hombre honesto y no tendrían por qué desconfiar de su palabra ― pensaba Picaporte muy seguro de su descubrimiento―. Pero no le diré nada a mi amo para no inquietarlo.

Días después, Fix volvió a hablar con el sirviente tener más información.

―¿No cree que es muy extraño que su amo quiera dar la vuelta al mundo?

―Por supuesto que no, ¿usted si lo cree extraño, señor Fix?

―¿Yo? No creo que lo logre ―dijo Fix pensando en arrestar a Fogg muy pronto.

―¡Mentiroso! ―respondió Picaporte riendo, pues seguía pensando en que el deseo de Fix era que Phileas no ganara la apuesta.

Esa respuesta dejo preocupado al detective, pues creyó que lo habían descubierto, mientras Picaporte quería que Fix confesara ser un espía del Club Royal.

―Yo creo que usted no se quedará en Hong Kong y nos seguirá hasta América.

―¿Seguirlos? No, claro que no, aunque es verdad que tal vez también vaya a América ―respondió el detective muy nervioso.

Al terminar la conversación, Fix volvió a su camarote sin saber qué hacer, pues el sirviente ya sospechaba algo.