Estaba decidido también que llevarían a bordo un par de perros que estaban bien entrenados y podrían ser interesantes para los selenitas, en caso de que existieran. Esto no le pareció a Maston, pues a él no lo llevarían pero a los animales sí. Después entendió que estos animales pesaban menos que él, sobre todo que ahora estaba un poco regordete después de los ocho días de encierro en el Columbiad y además eran más útiles para el viaje.
Ardan quería llevar más animales y semillas para sembrar. Su idea era convertir aquél lugar en un nuevo Planeta Tierra. Pero Barbicane le dijo que el Columbiad era un cohete, no el Arca de Noé. Además le explicó que no podían apresurarse, pues primero debían explorar el lugar. Sólo se le permitió llevar unos cuantos sacos de tierra y algunos arbustos para experimentar con ellos y ver si era posible que sobrevivieran en la Luna.
Por otro lado, Nicholl seguía teniendo algunas dudas:
―Lo que me preocupa es que se olviden de nosotros los habitantes de la Tierra ―dijo con tristeza.
―Eso no sucederá.
―¿Por qué estás tan seguro?
―Porque la Luna seguirá ahí cada noche y cuando la vean, aunque sea su parte más pequeña, se acordarán de nosotros y del Columbiad. Será imposible que nos olviden.
Finalmente entraron en el proyectil y se acomodaron en sus lugares. Mientras entraba la bala en el cañón, los pasajeros hablaban entre ellos para olvidar el miedo que comenzaba a invadirlos.
―He perdido tres de las apuestas ―dijo Nicholl derrotado.
―Así es. Sólo espero que pierdas las otras dos.
―Pensé que ya habíamos hecho las paces. Eso que dices no es muy amable. ―Piensa que si ganas alguna de ellas es porque explotamos o caímos en pedazos. Entonces no podrás pagar ninguna de tus apuestas ―respondió Barbicane con una sonrisa.
―¡Es verdad! ¡Espero perderlas todas! ―respondió Nicholl riendo.
¡FUEGO!
Habían tenido más de un año con mucho trabajo. Los problemas, el cansancio, las discusiones, todo quedó atrás. ¡Por fin llegó el día esperado para el gran lanzamiento a la Luna!
El mundo entero estuvo atento a lo que estaba por suceder. Había un silencio impresionante alrededor del lugar de donde saldría el Columbiad.
Comenzó la cuenta regresiva y los pasajeros se agarraron fuerte a sus asientos.
―¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno! ¡Fuego!
Una gran explosión sacudió la Tierra. ¡Fue escuchada a kilómetros de distancia! La nube de humo y fuego se podía ver desde muy lejos. La gente que estaba cerca cayó al piso, unos por la fuerza de la explosión y otros por el puro susto del ruido que provocó el cañón al lanzar el Columbiad.
TIEMPO NUBLADO
A pesar de la inmensa nube de humo y polvo, se podía ver cómo se alejaba a toda velocidad aquél cohete con su impresionante cola de fuego. El Columbiad no había explotado como pensó Nicholl, que ahora había perdido una apuesta más.
Por todos lados, la gente sacaba sus binoculares y telescopios para poder ver por más tiempo cómo se alejaba el proyectil y salía del planeta Tierra.
Al día siguiente, el cielo se había nublado. Era imposible ver la nave. Esto angustió mucho a todos, pues no sabían cómo iban las cosas. Lo único que estaba claro, era que no habían explotado en la lejanía, pues no llegaron noticias de ninguna parte del mundo, que hablaran de haber tenido una lluvia de metal y fuego o algo parecido.
Así pasaron los días. Maston se sentía muy preocupado. Hubo personas que estaban tan desesperadas de no ver el cielo despejado, que propusieron inventar unos ventiladores gigantes para alejar las nubes.
Después de once días, la misma naturaleza con sus propias y fuertes ráfagas de aire despejó de nuevo el cielo. Ahora se podían ver todas las estrellas y la gigantesca Luna adornando el firmamento.
UN ASTRO NUEVO
Con el gran telescopio de las montañas rocosas, lograron encontrar el Columbiad. Finalmente enviaron un mensaje al mundo para que supieran las últimas noticias del cohete:
“El proyectil aún no llega a su destino. Pero ha pasado muy cerca de la Luna. La fuerza de atracción lo ha mantenido cerca de ella. Lo que hemos visto, es que está dándole vueltas a toda velocidad.
Creemos que pueden pasar dos cosas:
La primera es que después de un tiempo, la misma Luna y su fuerza hagan que el Columbiad aterrice en ella como era de esperarse.
La segunda es que nunca logre salir de ese círculo y permanezca para siempre girando a su alrededor como un satélite.
Hasta ahora es la única información que tenemos”
Finalmente estos tres viajeros habían logrado llegar cerca de la Luna. Ningún humano hasta entonces, había tenido la fortuna de observar lo que estos hombres ahora seguro veían.
Nadie sabía qué iba a pasar con ellos y lo que más les entristecía, era que tampoco tenían forma de ayudarlos. Dependían por completo de su propia sabiduría para salir de tremendo lío.
Maston no perdió la esperanza:
―Algún día tendremos noticias de ellos y ellos de nosotros. Estoy seguro. Son hombres inteligentes y tienen todo para lograr no sólo llegar a su destino, sino también para volver a casa.
Desde entonces el mundo veía a la Luna con otros ojos, recordando que ahí había tres hombres valientes que habían logrado lo que nadie se había atrevido a hacer.
Pero no te preocupes, hasta aquí no llega la historia. Si quieres saber qué pasaba dentro del Columbiad y el desenlace de esta historia, tienes que leer cuanto antes “Alrededor de la Luna”. ¡Pues la aventura continúa!