Cinco semanas en globo página 7

Estas son aves que pueden llegar a medir ¡hasta tres metros! Son agresivos, sobre todo si se sienten en peligro. Por supuesto que al ver el Victoria se sintieron amenazados y fueron hacia él. En pocos minutos, las aves los tenían rodeados. Fergusson elevó el globo, pero ellos los seguían. Luego intentó bajar, pero no demasiado para no encontrarse al alcance de las tribus. Las aves bajaron también. Era catorce quebrantahuesos dispuestos a atacar el globo. Con un solo picotazo en él, los viajeros estarían perdidos. Dick apuntaba con su escopeta, pues de ser necesario tendría que disparar para alejarlos.

De pronto, uno de ellos se lanzó contra el Victoria con sus garras abiertas y su pico dispuesto a romper lo que tuviera a su alcance. Sin dudarlo, Kennedy le disparó y de inmediato el animal herido se alejó. Pero eso no asustó a los demás que, en vez de alejarse, se enfurecieron más y comenzaron a atacar.

Los tres viajeros disparaban a todos, pero no era algo sencillo. Entonces escucharon algo que se rompía. ¡Una de las aves había logrado llegar al globo y le hizo un gran agujero!

―¡Estamos perdidos! ―gritó Fergusson―. Tiren todos los costales de oro, el agua, todo lo que puedan.

Sin pensarlo, los tres viajeros comenzaron a lanzar todo por la borda. Pronto el oro, el agua y hasta la comida, habían desaparecido en el lago. Aún así, el globo seguía cayendo muy rápido.

―¡No hay nada más que podamos tirar! ―gritó Dick.

―¡Sí lo hay! ―dijo Joe y ¡se lanzó  al agua!

Entonces el globo se elevó de nuevo. Las aves ya se habían alejado al ver al Victoria tan cerca del agua. Samuel y Kennedy estaban asustados, pues habían perdido a Joe.

―¡Se ha ido! ―dijo Dick.

―¡Se fue para podernos salvar! ―respondió Fergusson a punto de llorar.

―¿Qué haremos ahora?

―Bajaremos a tierra, hay que esperar.

Después de un rato, tocaron tierra en un lugar seguro. Al anochecer, ambos estaban muy tristes y en silencio. No dejaban de pensar en el buen Joe.

Al otro día, exploraron el lugar. Aún tenían la esperanza de hallar a Joe.

 ―Quizá lo encontremos. Ese muchacho es un buen nadador ―dijo Samuel.

―Eso espero. Haremos todo lo posible por encontrarlo ―respondió Dick.

Por la tarde, se dedicaron a reparar el globo, sin dejar de vigilar a su alrededor en caso de que Joe los encontrara o por si llegaba alguna tribu enemiga. Al otro día, todo estaba listo para que el Victoria volara de nuevo. Kennedy consiguió comida y agua para seguir adelante. El plan era sobrevolar las islas y rescatar a Joe sano y salvo.

Al día siguiente partieron. Ambos observaron con mucha atención cualquier señal de su amigo. Se dieron cuenta que en el lugar había muchos cocodrilos. Esto los preocupó aún más. Así pasaron el día, pero no encontraron al valiente joven.

Por la noche lograron volver a lugar donde habían parado antes. Ahí se detuvieron, pero a las tres de la mañana comenzó un fuerte viento parecido a un huracán. Esto era peligroso para el globo, ya que al estar atado podía ser azotado contra los árboles y lo desgarrarían de nuevo. Entonces el Doctor decidió partir.

―¡No podemos irnos y abandonar a Joe!  ―dijo Dick muy preocupado.

―No lo abandonaré. ¡Voy a volver por él aunque el viento nos lleve al otro lado del mundo!

Esto tranquilizó a Kennedy y ambos subieron a prisa en el Victoria. El aire era demasiado fuerte y era casi imposible sacar el ancla de su sitio, así que decidieron cortar la cuerda y de inmediato el globo se elevó en medio de la oscuridad.

Samuel y Dick estaban muy tristes aún. Comenzó a amanecer y el viento era más suave. Ambos compañeros miraban con atención el paisaje. Lo único que veían eran tribus y un desierto enorme frente a ellos.

Capítulo 10

¿Qué había pasado con Joe? Cuando cayó al agua lo único que pudo hacer fue salir a la superficie y ver cómo se alejaba el Victoria a toda velocidad. Se dio cuenta que estaba en el lago rodeado de tribus salvajes, así que comenzó a nadar hacia donde le parecía más seguro. Después de un rato, ya estaba cerca de la orilla, pero recordó a los caimanes que había visto desde arriba, así que nadó con mayor precaución. De pronto vio que algo se movía hacia él.

 ―Ahí está lo que me temía ―dijo asustado.

Entonces se sumergió y comenzó a nadar a toda prisa. Sentía que estaba ya muy cerca de la orilla pero que el animal lo iba a alcanzar. Sintió que algo lo jalaba de un brazo y pensó que era su fin. Al sacar la cabeza del agua, se vio rodeado por algunos hombres de piel negra. Por un momento se sintió tranquilo de que fueran ellos y no un caimán. No podía creer que esa gente se metiera al lago con esos peligrosos animales, pero esas tribus ya estaban acostumbradas a ellos y no les temían.

Lo más sorprendente era que, en lugar de lastimarlo, lo trataban con mucha amabilidad. Fue llevado a su aldea, donde lo recibieron sonrientes. Por la noche le dieron mucha comida y le prepararon un lugar para dormir. Ahí lo encerraron. Joe no entendía nada, pero pensó que quizá creían que era un dios y no le harían nada. Después recordó una de las historias que Fergusson le había contado durante el viaje. Algunas tribus, cuando atrapan a alguien primero lo tratan bien, lo alimentan ¡y después se lo comen! Esto inquietó mucho al pobre muchacho, pero no podía hacer nada para escapar. Después de un rato, sintió agua en sus pies. Ésta comenzó a subir rápidamente.

―¿Qué es esto? ―se preguntaba asustado.

El agua no se detenía y se dio cuenta que si no salía de inmediato de ahí, pronto quedaría bajo el agua. Entonces comenzó a golpear una de las paredes que eran muy frágiles y pronto escapó. Al mirar a su alrededor, se encontraba de nuevo en medio del lago.

En esos lugares las inundaciones eran comunes y en esta ocasión una lo había salvado de la tribu que se lo comería más tarde. Entonces comenzó a nadar de nuevo y pronto encontró una pequeña barca con remos. Sin pensarlo, la alcanzó y se puso a salvo.