―Es muy simple. Los que han ido por ahí, han fracasado. Ninguno ha llegado al lugar donde comienza el Río Nilo. Tomar esos senderos es asegurar que no lo lograremos. Viajaremos más rápido y evitaremos las enfermedades y las tribus si lo hacemos en globo. Ya lo intentaron de muchas formas sin éxito, ahora lo intentaré de otra.
―¡Pero es posible caer! Eso es peor ―dijo Dick enojado nuevamente.
―¿Y qué? Yo tomaré las precauciones para que en caso de que falle el globo, llegue nuevamente a tierra y haga lo que hicieron los otros exploradores. Aún así confío en mi globo y no me fallará por nada. En mi globo, no le tengo miedo a nada. Volaré sobre ciudades desconocidas, animales salvajes, fenómenos naturales y no temeré a nada de eso, pues pasaré sobre ellos por los cielos.
Kennedy lo escuchaba con mucha atención y comenzaba a emocionarse al imaginar todo eso.
―Entonces ya conoces la forma de controlar el vuelo de un globo ¿verdad?
―No. Pero confío en los vientos de África y en poder subir y bajar según la corriente de aire que mejor me convenga. Tengo todo listo y en tres meses nos iremos…
―¿Nos iremos? Claro, claro, como tú digas ―dijo el cazador que aún pensaba en la forma de detener a su amigo.
Capítulo 3
Fergusson se dedicó a preparar todo en esos meses. Estudió cuidadosamente las investigaciones y los mapas de los viejos exploradores y todos los peligros que ellos habían tenido que enfrentar. Se dedicó a construir su globo y el buen Dick lo seguía a todas partes, buscando la oportunidad de convencerlo de no hacer ese viaje. El pobre cazador tenía tantas pesadillas que se cayó dos veces de la cama mientras dormía.
Samuel, por su parte, todo el tiempo decía que irían juntos con palabras como “nosotros haremos”, “nosotros tendremos”, “nuestro viaje”, “nuestro globo” y cosas así que ponían cada vez más nervioso a Dick. Aún así, Kennedy ponía atención a las explicaciones y hacía todas las preguntas posibles para hacer dudar a su amigo del éxito de la exploración. En cambio, Fergusson le explicaba todo y le enseñaba los mapas y la dirección que esperaba tomar.
El Doctor, tenía a un sirviente que era también casi como su amigo. Su nombre era Joe. Siempre obedecía a su amo y lo ayudaba en todo. Era un joven alegre, inteligente y muy ágil. Fergusson confiaba plenamente en él. Cuando el sirviente supo de los planes de Samuel, no dudó ni un poco y dijo sí a todo con mucho entusiasmo. Joe sabía muy bien que él también iría en el globo y no tenía ni un poco de miedo.
Un día, Kennedy se acercó al joven para saber lo que pensaba sobre esta nueva aventura:
―Así que el día terrible y peligroso se acerca, ¿verdad Joe?
―¿Peligroso? ¡No, mientras viajemos con el gran Doctor Fergusson!
―Lo que tu amo quiere hacer es una locura. No partirá.
―¿No partirá? ―preguntó Joe, que ya conocía los temores del cazador―. ¡Pero si usted irá con nosotros! ―dijo riendo.
―Espero que no parta. Yo iré con ustedes hasta el último momento para evitarlo.
―No podrá detener nada, señor Kennedy. Mi señor está decidido. Además, usted es un gran cazador, por eso encontrará cosas maravillosas en esas tierras ―dijo Joe buscando que Dick se convenciera de ir ―. Por cierto, no olvide que hoy nos pesan, señor.
―¡Pues yo no me dejaré pesar! No me importa si es para calcular el peso del globo y evitar que se caiga. Así evitaré que vuele.
―El Doctor está por venir a buscarlo. Tiene que ir con él ―dijo Joe como si tratara de convencer a un pequeño niño.
―Pues no iré. No importa que se enoje conmigo.
―Bueno, ya lo veremos.
―No iré.
En ese momento entró Fergusson.
―Dick, ven con Joe. Necesito saber cuánto pesan.
―Pero…
―Sólo tendrás que quitarte el sombrero ―dijo Joe riendo.
Y entonces Kennedy fue con ellos a pesarse. Al llegar a la báscula, el cazador pensó que en realidad eso no aseguraba que iría con ellos. Aún así se subió a la báscula un tanto disgustado.
Los últimos preparativos del viaje estaban listos. Ya tenía calculado el peso de todo lo que llevarían, comida, agua, gas y otras cosas necesarias para la larga exploración que se planeaba que durara tan sólo un par de meses.
Un día antes, la Real Sociedad Geográfica les hizo una fiesta de despedida. Esto animó más a Dick.
Finalmente llegaron a las costas de África, desde donde despegarían. Al llegar se encontraron con una tribu que, al ver el globo, se enfureció, pues no sabían qué era. Es por eso que decidieron ir a una isla cercana y ahí hacer los ajustes necesarios para emprender el vuelo. Pero el cazador seguía preocupado y le preguntó a Samuel:
―¿Así que está decidido?, ¿harás este viaje?
―Sí, está decidido.
―Pero yo he hecho todo para evitarlo, ¿verdad?
―Sí, has hecho todo.
―Entonces estoy tranquilo e iré con ustedes.
―Eso ya lo sabíamos ―dijo Joe riendo.